Aquello que hablan de mi es aquello que genero… (o una actitud responsable en la comunicación)
Vivo en el Gran Buenos
Aires, a unos 25 km de la capital federal.
Por mi trabajo, no tengo rumbo ni lugar fijo a donde ir cada día, pero
cada vez que me toca ir a la zona de Micro Centro elijo el tren como medio de
transporte. A esta realidad, se suma que
soy Psicóloga, y por “deformación profesional” dedico tiempo a escuchar
conversaciones.
En fin… ¿y esto qué tiene
que ver con la Comunicación Responsable?
En fin, tomarse un tren
en la estación Retiro un día hábil entre las 18 y las 19.30 no es una empresa
nada fácil, cientos de personas se agrupan en los andenes para volver de sus
trabajos a sus casas, muchos de ellos vuelven con compañeros de trabajo y otros
se encuentran con amigos o compañeros de estudio. La conversación se instala entre ellos
irremediablemente, y, ¿de qué habla la mayoría
de la gente cuando sale del trabajo?: “De trabajo”, y más específicamente, “De
su jefe”.
Entonces, el viaje se me
vuelvo divertido, no necesito IPod y dejo el libro para más adelante (total
tengo 45 minutos de viaje) y escucho atenta las conversaciones. Es así, que hace unos cuantos años llegué a
una conclusión que siempre comparto en mis Talleres de Liderazgo y que hoy
transformo en un artículo para mi blog.
¿Cuál es esa
conclusión? Cuando uno es jefe irremediablemente tiene tanta gente como
colaboradores hablando de él. Eso es
prácticamente natural, el líder es una persona importante, nos ocupa temas de
conversación con amigos y colegas no sólo en el tren de regreso sino también
con la pareja y en las cenas con amigos.
Ser jefe es impactar,
influenciar, es ser clave en la vida de la gente. Ser jefe es una responsabilidad que excede
las tareas ya que impacta en el estado de ánimo de aquellos con quienes
trabaja, en su motivación y predisposición, su proactividad, sus ganas y por lo
tanto, en su salud.
Sorpresivamente, cuando
cuento lo del tren en los Talleres y enfatizo en cuán importante es la figura
del jefe en la vida de una persona la gente abre los ojos con asombro, se
sonroja o inquieta. Es como si en ese
momento tomaran verdadera dimensión de lo importante de su rol.
La gente habla de su jefe
y eso es inevitable. Sobre eso, NO tenemos nada que hacer. Ahora, ¿que SI podemos hacer? Que la gente
hable bien de nosotros. Un líder es el único responsable del
contenido de las conversaciones de sus colaboradores, de acuerdo a su estilo de
trabajo y a lo que genere en su gente puede hacer que la gente lo respete, lo
tome como ejemplo y, por lo tanto lo valoren y sigan.
Porque lo que yo no dije
hasta ahora, es que cuando viajo en el tren escucho gente que habla mal de su
jefe, lo critican, están enojados pero hay gente que habla muy bien de su jefe,
de su trabajo, de lo que logran.
Un líder delega tareas,
evalúa, da feedback, premia… pero un líder también genera clima, predisposición
y emociones. Hay un líder de texto pero también
hay un líder de contexto… en realidad hay un único líder que impacta
globalmente, pero hay quienes sólo hacen hincapié en la tarea y en los
resultados sin usar estratégicamente el otro aspecto del liderazgo. Y en ese camino descuidan, y a veces ni
siquiera registran ni usan estratégicamente, sus propios recursos para liderar: su propia comunicación.
Ya lo dijo Paul
Watzlawick en su gran libro “Teoría de la Comunicación Humana ”
cuando asume como primer axioma de la Comunicación “No
es posible no comunicarse” porque manejamos un lenguaje verbal que no
siempre habla y un lenguaje no verbal que siempre lo hace. Y en esas
comunicaciones se establece lo que el mismo autor indica como segundo axioma de
la Comunicación
“La comunicación tiene un aspecto
digital de contenido y un aspecto analógico o de relación”, de tal forma que
esta última impacta directamente en el contenido convirtiéndose en el principal
eje para dar sentido a las respuestas que generamos. Las
mismas palabras, el mismo pedido tienen respuestas muy diferentes si la
relación es positiva y basada en la confianza y en el compromiso que si no lo
es.
¿Cuántas veces en alguna
discusión nuestro interlocutor nos dice “No es lo que me decís… es cómo me lo decís”?
Apuntando directamente a lo que emocionalmente generamos.
¿Cuántas veces mi
interlocutor me dice “Entiendo” cuando después en los hechos me doy cuenta que
“No entendió”? Por la vergüenza y el
temor de ser criticado, considerado poco inteligente y hasta molesto.
¿Cuántas veces le pido
algo a un interlocutor y este no acepta y frente al mismo pedido de otra
persona lo hace gustoso? Porque el
problema no está en la tarea sino en quién nos lo pide, en el vínculo y en la
relación. Elegimos la persona no la
tarea.
¿Por qué si dije “lo
mismo” que él a mi no me entendieron y a él sí?
Porque muchas veces “lo mismo” a nivel palabras usadas no es lo mismo
que la expresión utilizada.
El porcentaje de impacto de lo No Verbal respecto de lo Verbal
en la comunicación es 93% respecto al 7%. De este
93% el 38% tiene que ver con el tono y la modulación y el 55% por el lenguaje
corporal. Más allá de la sutil discusión
que podemos establecer en relación a los números en un tema tan humano lo cierto
es que lo No Verbal constituído por el
tono, modulación, cadencia y corporalidad prepondera y marca la diferencia en
la efectividad.
Y esto empieza a
responder. Muchas veces gastamos más energía en “encontrar las palabras precisas”
que en conectarnos con la forma correcta.
Revisamos qué dijimos en lugar de cómo dijimos y por sobre todas las
cosas en dimensionar lo que generamos en el otro.
No olvidemos que los
vínculos se sostienen por conversaciones, que las conversaciones generan
acciones y que las acciones refuerzan positiva o negativamente los
vínculos. Las conversaciones generan historia y las historias se cuentan… y
volviendo al tren… ¿qué crees que escucharía decir de vos si algún miembro de
tu equipo se subiera?
Comentarios
Publicar un comentario