Desde Venado Tuerto luego de una charla sobre Empresas Familiares (Reflexiones)

Y  de repente me encuentro otra vez en una charla sobre Empresas de Familia y con la fortuna de que varias personas se abran a la confianza y me dejen entrar en sus mundos.

La Empresa Familiar es un sistema muy particular, ya que se combinan en ellos dos de los, a mi criterio, tres espacios más importantes que tiene una persona en su vida: Familia, Trabajo y Ocio.  Una Empresa Familiar es un combinación de Familia y Trabajo y, porque no, en algunos casos también está incluido el tercer espacio cuando hacemos de un Hobbie o una Pasión un negocio.

Las conversaciones y preguntas giran en torno de cómo hacer para que un espacio no interfiera en el otro… cómo si fuera posible!!!  Como si aún los que no somos partes de Empresas Familiares no nos viéramos todo el tiempo con la misma pulseada.

Y la respuesta y la búsqueda empiezan con la redefinición de que el tema no es hacer que los espacios no interfieran entre sí, sino en cómo potenciarlos.  En como hacer que lo mejor de uno logre sacar lo mejor del otro.

¿Cómo? Poniéndolos a conversar.  Y allí recordé una frase de una profesora de la facultad que dijo “Allí donde faltan palabras sobran lágrimas” (frase que me permití aggiornar diciendo “sobran úlceras, gastritis, caída de pelo, ataques cardíacos…”).  A lo que una participante en esa generosidad increíble que tienen los intercambios agregó (y me regaló o más bien le avisé que me iba a robar) una frase de su tío que dice “Donde no se habla se termina gritando”.

Entonces, en un mundo agresivamente estimulado a las comunicaciones y donde paradójicamente tanto cuesta mirarse a la cara y conversar el desafío se redobla. Y Raúl, dueño de una empresa familiar, allí presente con su esposa, su hijo y su yerno cierra el feedback de la charle con un “¡Me voy pensando!” y yo me digo, “Genial! ¡Tarea cumplida!”

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